Inocente por mirarte desde lejos, pues de lo alto del cielo viniste; y matándome el alma con tu mirada, te acercaste sin decir nada y ya no volviste. Inocente por creer que puedo controlarme de ti, inocente perdedora...
Bendito del alma el desarme, maldita la efigie de tu reflejo.
Eres el calor que el fuego desprende, no puedo acercarme sin que arda el dolor.
Tú decides por los dos, tú te marchas y no mirarás atrás, sé que no mirarás atrás.
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